Iremos a un buen restaurante,
de esos que están en el centro.
En mitad de una plaza, con aire afrancesado,
pedirás ese vino que tanto nos gusta.
De farolas, mantesles bordados
y una fina cubertería de plata.
LLévame ahí dónde nunca vamos,
dime lo que nunca me has dicho,
pediremos postres caros
y hablaremos de lo que, y por favor te suplico,
nunca jamás volveremos a hablar.
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