Me pregunté cuantas horas habías pasado sola
cómo te levantabas todos los días sabiendo que ya murió a quien tú amabas.
Como quema la angustia en el estómago
y el martirio de la deliria golpea en tu cabeza.
Dime cómo, aún así moriste plácida y sonriendo.
Dímelo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario